sábado, 7 de febrero de 2009

Nueva York. Viernes 24 de Mayo de 1933.


Pie de Foto: Mamá. 1916. Ésta es la imagen que siempre tendré en mi memoria de ella y ésta es la imagen que deseo conservar.


Viernes 24-Mayo de 1933.

Acabo de inscribirme en la lista de admisiones para la expedición Starkweather-Moore. La Universidad de Miskatonik ha abierto una pequeña oficina de recepción en el Amberst Hotel. Había una chica en recepción y se ha sorprendido mucho de que una mujer quiera ocupar un puesto en semejante viaje. Ella no tiene que ver nada con la Universidad y tampoco con el hotel; ha sido contratada exclusivamente para anotar a los candidatos. Me aseguraba que era la única mujer inscrita y eso que las listas llevan abiertas desde que la noticia se hizo oficial en prensa, el pasado lunes.
Es increíble la cantidad de candidatos que hay ya para las distintas vacantes. Glaciólogos, geólogos, meteorólogos, montañeros, arqueólogos, ingenieros, pilotos... ¡vamos, que tiene toda la pinta de ser un viaje de lo más animado! (no sé si se percibe la ironía.)
Asombrosamente soy la primera periodista en inscribirme, espero que eso no juegue en mi contra. Sobre todo porque estoy segura que pronto habrá una lista interminable de ellos también y parece que no voy a encontrarme con muchas compañeras de profesión, precisamente. Aprovecharé la primera impresión para sorprender. Voy a comenzar a hacer acopio de todo mi material fotográfico desperdigado por ahí.
Estoy más que convencida de que mi trayectoria me hace más que indicada para el puesto. Mi ventaja sobre mis competidores es que la mayor parte de los corresponsales de Internacional, los que podrían ensombrecer mi currículo, están fuera. Necesitan a alguien que les cubra el reportaje y yo tengo unas brillantes referencias tanto en crónica como con mis fotografías.
Soy una reportera muy completa, pero sí, soy mujer, así que tendré que pelearme porque estar rodeada de hombres en alta mar durante un mes no sea una barrera insuperable. Yo no tengo problema con eso, he estado rodeada de hombres en suelo chino y rodeada de hombres en mitad de una selva amazónica... pero parece ser que los hombres, al menos los científicos de la Miskatonik, parece que si encuentran “perturbador” estar en presencia de una única mujer. Me pregunto si intentan protegerme, por aquello de salvaguardarme de situaciones comprometidas, o sencillamente son ellos los que no confían en su propio autocontrol. El paternalismo masculino me exaspera y éste parece acentuarse con el nivel cultural en este país; porque si campesinos armados en El Chaco son capaces de tratarme como una “guerrillera” más... ¿qué problema deberían tener estos ilustrados y doctos señores?

He ido a visitar a mi hermano James a la comisaría y he almorzado con él. Le he preguntado por mamá y se ha ofrecido a llevarme a verla.
Cada vez que visito el St. Mary se me encoge el corazón. Tenía ganas de verla pero sufro muchísimos cada vez que lo hago y me recuerda los motivos que tuve para abandonar este país por primera vez. Mamá ha envejecido diez años desde la última vez que la vi. No me reconoce, ni a mi ni a James.
Mi hermano me asegura que empeora por momentos, pero que las monjas del hospital la tratan bien y eso me conforta. Se muestra arisca y llama continuamente a las monjas para que le digan quiénes son estos jóvenes que han venido a verle. Cuando tratamos de convencerla de que somos sus hijos sonríe y dice que ella nunca se ha casado, que no recuerda haberlo hecho.
Eso es terriblemente doloroso. Es como si hubiese alejado a papá de sus recuerdos y con él todo lo que le rodeaba. Las monjas dicen que es demencia senil y que en ocasiones ocurre, que muchos ancianos olvidan, incluso a sus seres más queridos. Lo que ocurre es que mamá no es ninguna anciana aún, aunque en su estado actual lo parezca.
En los últimos años de la vida de papá nos percatamos que se había vuelto algo despistada (y eso que ella nunca lo fue, bien al contrario) pero no pasaban de ser descuidos más o menos comprensibles. No creo que tenga nada que ver. Tras la muerte de papá todo se complicó.

Sus cambios de humor son oscilantes, como oleaje marino. Tan pronto se muestra recelosa que se interesa y te pregunta cosas muy obvias. He decidido seguirle la fantasía. Ella no cree que sea su hija así que me he limitado a decirle que estoy de visita porque mi madre está ingresada en el hospital. Entonces ella se interesa por mi “madre” y me pregunta por ella. Es la única manera de poder decirle algunas cosas, de confesarle sentimientos sin que se sienta acosada ni levante un muro entre nosotras. Le he dado sus regalos. Le he dicho que se lo han comprado las monjas y ellas me han seguido el cuento. Por primera vez la he visto feliz.

La dejamos con el dolor de saber que ni siquiera se había enterado de que habíamos ido a verla. No sé si todo lo que hace es fingido o no... pero en ocasiones parece recobrar por un instante la cordura y mirarte como si me reconociese en esos ojos que parecen tan marchitos... pero es un segundo de ilusión, nada permanente.

James y yo no hemos hablado a la vuelta. La visita a mamá nos ha dejado, como antes de marcharme, muy afectados. No podré soportar esto todas las semanas y no quiero que nadie piense que soy egoísta y mala hija, pero no puedo fingir. Mi hermano me ha dejado en casa. Estoy profundamente agotada. Necesito dormir... necesito alejarme de nuevo.

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