viernes, 30 de enero de 2009

Nueva York. Jueves 23 de Mayo de 1933.




Pie de foto: Mis pequeñas: Claire(derecha) e Eve (izq.), mis sobrinas. Hijas de mi hermano J.J. Les hice esta foto poco antes de marcharme para China. ahora estan irreconocibles!!





Jueves 23 Mayo de 1933.

Hoy he tenido un día movidito. Me levanté temprano, descansada. Estaba ansiosa por salir y recorrer de nuevo esta ciudad de la que llevaba tres años sin saber apenas nada. En China apenas si tenía un telegrama cada dos o tres semanas, con la parquedad de información que ello supone y contando con que tuviera la suerte de hallarme en Hong Kong o en alguna ciudad costera de la colonia británica. Si me encontraba en el interior podían pasarse los meses sin noticias del exterior, envuelta sólo en aquella sociedad campesina y olvidada de todo cuanto pudiera parecerse a los Estados Unidos y a su modo de vida. La mayor parte de las veces, aquellas escuetas noticias no eran sino asuntos relacionados con mi trabajo y pocas veces podía disponer de información cercana a la realidad cotidiana de esta ciudad y sus vicisitudes. Por eso, esta mañana me he levantado con ganas de beberme Manhattan. Llamé a la redacción del Herald y les avisé de que me pasaría a lo largo de esta mañana. Ellos insistieron que lo hiciera y ahora sé por qué.
En la redacción me recibieron como una heroína. Me habían preparado una fiesta de bienvenida y de cumpleaños atrasada con pancarta, tarta, conffetis y todo lo demás. Me sentí un poco azorada y pedí disculpas a los jefes por haberles hecho perder un buen rato de trabajo. Lo cierto es que me emocioné bastante. Hay cambios en la plantilla y en la Dirección. Encontré la redacción algo cambiada. Nuevas caras que no conocía y viejas caras que ya no estaban. Melvin Sommerset ha sido ascendido a Redactor General, ahora no sólo se encarga de Internacional. Esta noticia sí la sabía, ocurrió durante mis primeras semanas en Paraguay, pero no había tenido ocasión de felicitarle en persona. Aproveché el momento para hablar con él largo y tendido. Había mucho para ponerse al día y, en cualquier caso, debo renovar mi contrato, así que aprovechó para confesarme que la dirección está estudiando si alejarme un tiempo de las crónicas internacionales.
No sé cómo tomarlo, por un lado me apetece cambiar de aires, pero ya se sabe cómo es esto; una vez probada la acción es difícil encontrarse a gusto cubriendo eventos locales. Tengo una sensación agridulce.
En cualquier caso, aproveché el momento de gloria y esa duda por mi nuevo destino para dejarle caer a Melvin el tema de la expedición Starkweather-Moore a la Antártida. No puedo decir que se entusiasmase con la idea.

Al principio se excusó por no haberme comentado nada. No imaginaba que me recuperaría tan pronto ni que tuviese ganas de hacer de nuevo las maletas, me aseguró. A poco que le forcé, me acabó asegurando que tengo pocas posibilidades de entrar en esa expedición.
Reconozco que eso me ha enfurecido aunque no se lo he hecho saber y agradezco conservar aún mis dotes de actriz; tanto, que se ha sorprendido de mi "buena" reacción. Si supiese lo que pensaba en realidad hubiese echado a correr.
Me aseguró que todos los grandes rotativos de Nueva York van a competir por meter a un periodista en el equipo, lo cual hace que el acceso esté muy reñido ya que sólo hay una plaza en todo el pasaje científico para ello. El Herald no quiere quedarse atrás y desea asegurarse una buena candidatura. Yo le aseguré que no hay en nómina de este periódico un cronista/fotógrafo que mejore mi curriculo en estos tres años. No sólo tengo la experiencia necesaria en situaciones hostiles, sino que además se aseguran buenas crónicas e inmejorables fotografías en una única persona. Melvin me daba la razón, pero parece ser que la reticencia no es cosa de la Dirección ni mucho menos. Se trara de Arthur Starkweather, uno de los promotores y quien está ejerciendo de jefe de la expedición, al menos de cara a los medios. Aseguran que tiene sus… “reservas” sobre aceptar personal femenino a bordo. Según me contaba Melvin, Starkweather no parece dispuesto a llevar mujeres al polo sur y ellos quieren apostar sobre seguro.
Me pide que lo entienda, que haga el esfuerzo por comprender que el periodista que consiga subir a ese barco y volver con la crónica del viaje va a ser un serio candidato al Pulitzer de ese año y que dará gran prestigio al diario en el que firme. Desde luego, les entiendo pero estoy francamente indignada.
Con todo, no pudo negarse a escribirme una carta de recomendación ante mi insistencia, reconozco que casi amenazante después de lo que he dado por este periódico, pero me ha asegurado con franqueza que se enviará como representante "oficial" a Oscar Scarlet.

Este punto es el que más me ha irritado, lo confieso. Ese chico es un redomado adulador, no tiene otra virtud. Es un trepa de mucho cuidado que nunca ha usado una cámara y que es tan amenazante con un lápiz y un cuaderno en sus manos, como un chimpacé con un colt del 45. Sólo su sonrisa de Valentino y su palabrería complaciente le ha llevado hasta donde está, si soy cortés con él. Y, francamente, no es que esté en un gran lugar; de hecho, está en el peor, porque está entre una servidora y su posibilidad de ganar el Pulitzer. Se ve que tendré que tomarme este asunto como una guerra personal... y otra cosa no, pero de guerras sé bastante; no he hecho otra cosa en estos tres años.
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Esta tarde estuve en casa de mi hermano. Sólo eso podría alejarme la rabia y frustración que sentía tras el plantón del Herald. Fue todo un acierto, al verdad. Las gemelas son un encanto. ¡Están enormes! Me ha emocionado tanto encontrarlas... Susanne es un cielo. Está haciendo engordar a mi hermano una barbaridad; buena señal, eso es que se alimenta bien, a pesar de la crisis, y que la comisaría no le da muchas preocupaciones. Hemos pasado una velada increíble: James ha preparado una barbacoa en el porche, todos han abierto mis regalos (y yo los suyos) y me han bombardeado con infinidad de preguntas. Al final hemos reído, comido y bebido como hacía años que no hacía (3 exactamente); incluso he tenido que soportar la pregunta de siempre… que cuándo voy a casarme… Sé que eso les tortura. A mi hermano le encantaría verme “sentar la cabeza” con un buen hombre que cuidara de mi, darle algunos sobrinos y que usase mis talentos para posicionarme en un buen despacho en la redacción. No más fotos, no más salidas del país y no más dudas inciertas sobre si regresaré de una pieza. Le entiendo, pero me parece injusto que venga de parte de una persona que ha elegido patrullar las calles como medio de ganarse la vida. Después de aquello ni se me ha pasado por la cabeza mencionarle mi intención de ofrecer mi candidatura a la Expedición a la Antártida.
Por cierto, mañana iré a inscribirme. A testaruda no me ganaba ni papá.

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