domingo, 18 de enero de 2009

New York. Domingo 19 de Mayo de 1933.


New York. Domingo 19 de Mayo de 1933.


Llevo una semana postrada aquí desde que regresamos de Paraguay. Si la guerra y las fiebres no han conseguido matarme, este tedio insoportable ha estado a punto de hacerlo. Los médicos dicen que no es Malaria, gracias a Dios, pero que con estas enfermedades tropicales es mejor pasar la cuarentena. No voy a negar que me asusté cuando comenzaron las fiebres, he visto lo que la malaria hace en las personas.

Gracias a Dios, todo queda en un susto y al fin, ahora que James ha conseguido traerme el cuaderno, espero al menos poder pasar este trago con otro carácter. Reconozco que se me estaba agriando de no hacer nada. En este tiempo sé que todos han venido a verme pero las enfermeras no dejan pasar a nadie. Me tienen aislada como si fuese un perro rabioso. Al menos, James ha conseguido que me traigan la prensa diaria y un cuaderno con el que poder escribir. Lo peor de todo es que me siento bien. Los vómitos y la fiebre remitieron apenas llegar a suelo americano, como si la enfermedad temiese a los médicos de este país. Desde luego, no es la única.

Acaba de visitarme el Doctor, dice que me encuentra mucho mejor (eso no necesitaba que él me lo dijese). Asegura que si sigo evolucionando así, en dos días me dará el alta.
Van a ser los dos días más largos de mi vida, por descontado y eso que he pasado “días largos” en estos tres años.

Llevo todo ese tiempo sin ver a nadie conocido y, cuando llego, tengo que conformarme con verlos un momento a través de una cristalera. Mi hermano James suele venir a diario, es un encanto, y eso que le he dicho que no tiene por qué tomarse tantas molestias, que estoy bien. Suele escaparse de la comisaría con alguna excusa. Desde que le ascendieron a teniente su vida es monótona, según me cuenta. Hace unos días estuvo aquí con Susanne, se ha cortado el pelo, le sienta genial. Dice que le gusta cómo se me quedaba a mi; lo que me recuerda que en cuanto me den el alta necesito quedar con Lorrie para ir a una buena peluquería. Digamos que en la selva Paraguaya no he encontrado ninguna oferta interesante en este sentido. Sé que le volveré a dar un disgusto a mi hermano: es lo primero que me ha hecho saber, que le encanta mi pelo tal y como está ahora. No puedo estar nada favorecedora aquí tirada en una cama, vestida con esta bata horrible y con los pelos como una vieja loca... pero es mi hermano... ¿qué puedo decir?

Dice que las niñas están enormes, que no las voy a conocer. Seguro que lleva razón. Es lo que peor he llevado de estar fuera, perderme estos años tan intensos de mis pequeñas, pero era una decisión que tenía que tomar. Las cosas estaban muy feas entonces: Papá recién muerto, mamá internada en el psiquiátrico... tenía que irme. Mamá sigue igual, asegura James, se ha dejado totalmente y no reconoce a nadie. En cuanto mejore iré a verla. Sé que no servirá para nada salvo para entristecerme, pero necesito decirle que he vuelto, aunque no me entienda.

Melvin se ha dejado caer por aquí, también otros chicos del periódico, están entusiasmados de volver a tenerme en la ciudad. Tengo que agradecer toda la preocupación de mis jefes, especialmente de Melvin durante estos años. Tengo que reconocer que les he dado muchos quebraderos de cabeza; no he sido particularmente obediente, lo reconozco. También han sido extraordinariamente diligentes en mi salida de Paraguay, la situación parecía grave. Eso habla de la estima que me tienen. Pasaré por la redacción en cuanto me dejen hacerlo.

Esa loca de Lorrie también ha estado aquí. Ya tiene una lista enorme de lugares donde tenemos que ir juntas, por los años perdidos, me dice. Querrá recuperarlos en una semana por el tamaño de su lista. Desde luego la sesión de peluquería está apuntada y es la primera de ellas. Sigue en el gabinete del alcalde, cosa que me alegra saber. Kevin también estuvo por aquí, pero no ha podido quedarse mucho, me aseguró que mañana se pasaría con un poco de más tiempo. Quien aún no ha aparecido es Warren y es extraño. Lorrie dice que puede que ni siquiera esté en Nueva York, que últimamente andaba muy atareado con un caso importante. Todos sus casos son importantes... sobre todo si hay alguna falda de por medio. Si ese cretino no ha venido a verme estando a las puertas de la muerte por andarse por ahí liado con alguna golfa de clase alta, de las que a él le gustan, le retiraré la palabra para siempre, lo juro.
Pobre... lo mismo anda realmente liado con el trabajo, quizá esté siendo dura con él. ¿Qué demonios? Llevo una semana tirada en esta cama... ¿qué asunto puede ser más importante que venir a verme, después de tres años?

En fin: Bienvenida a América, me digo a mí misma. Hola de nuevo, Gran Manzana... todo ha cambiado y tengo la sensación de que todo sigue igual. Es como si estos tres años hubieran pasado de repente, como si se hubiesen esfumado, como si en el fondo fuese el día después si aquella mañana hubiese decidido no tomar ese barco en dirección a Panamá.

Ya estoy aquí.... a ver qué me espera a partir de ahora.

2 comentarios:

  1. Todo empieza con varios interrogantes y con un retorno. Buena pinta, Jesús. Y muy bien montada la estructura del blog en sí. Intentaré profundizar más en los diversos apartados. Hace unos días intenté echarles un ojo, pero la noche se me hace demasiado corta cuando al día siguiente tengo que madrugar. Veremos cómo continúa la recuperación de Lynda.

    Mientras tanto, muchos saludos y elogios.

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  2. Gracias álvaro por el interés. Espero que disfrutes con las vicisitudes de esta mujer que... no te suena a alguien? jajaja. juro que no fue premeditado.

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